Monday, October 30, 2006

Mi amiga la virgen

Cuando empecé a referirme a Elisa como “la virgen” cada vez que hablaba de ella con mis colegas de Madrid, jamás pensé que, años después, todo el pueblo se referiría a ella con el mismo apodo. Y se lo ha buscado ella solita. A propósito, además.

Me explico (aunque algunos ya habéis oído hablar de esta chica): Elisa es mi amiga de la infancia, una niña a la que he visto cambiar los dientes y pegar el estirón, aunque también transformarse en una mujer agria e hipócrita. Por eso me permito despacharme aquí a gusto.

A los 18 años (mayoría de edad), Elisa decía cosas como: “Franco también hizo cosas buenas para España”; “la prueba de que Dios existe es que todas las civilizaciones a lo largo de la historia han creído en un ser superior, eso significa que debe haber algo”; “yo quiero llegar virgen al matrimonio, porque me hace ilusión vestir de blanco legítimo y que la noche de bodas sea mi primera vez”.

Esta última frase ha traído cola, sobre todo desde que empecé a pensar que lo cumpliría a rajatabla. Me explico de nuevo: Elisa se echó su primer novio a los 15 años. El chico, Adrián, es hoy su marido. A medida que pasaban los años, la relación entre ambos perdió toda la chispa que se supone que debe mantener viva a la pareja. No tenían tema de conversación, ella desacreditaba cada cosa que él decía, siempre se quejaba de él… Podría decir que parecían una pareja de jubilados, pero es que hasta mis abuelos tienen más marcha que ellos a los cuatro años de noviazgo.

Mi madre no se creía ni borracha eso de llegar virgen al altar. “Fíate tú de las modositas”, decía. Pero lo que ni mi madre ni la gente que no la conoce entienden es que Elisa no es “modosita”. Tampoco creo que se deba a sus creencias religiosas ni a que sea frígida. Simplemente, el sexo no le llama la más mínima atención porque está aburrida de su novio desde que cada año de noviazgo comenzó a parecerse terriblemente al anterior, y así hasta el infinito. Es la típica pareja que sigue adelante por pura inercia. Por supuesto, apostaría cualquier cosa a que Adrián se buscó la diversión por su cuenta mientras estudiaba su carrera en la otra punta de España.

La parejita se casó este verano. Y hace unos días, hablando con mi madre, me cuenta que en su trabajo unas compañeras estaban hablando de ella. “¿Qué Elisa?”, preguntó una. “La virgen”, respondió la otra. Al parecer, según le contaron a mi madre, la chica se encargó de propagar su virginidad dejándolo caer ante un reducido grupo de amigos (en plan: “Voy de blanco con todas las de la ley”, o algo así) a sabiendas que esas cosas corren como reguero de pólvora.

CC.

Thursday, October 26, 2006

Una despedida

Orujix se ha marchado de la fábrica de tornillos. Me da igual porque, otra cosa no, pero ella siempre está dispuesta a tomar cañas y prefiero verla en los bares que en la cadena de montaje. El caso es que se imponía organizar una despedida. Por supuesto no me podía negar no sólo a acudir, sino tampoco a tomar parte en la organización, porque Orujix es prácticamente la persona más cercana que tenía en la fábrica. Llamadme vinagre, pero hasta ahora me he negado a ir a la mayoría de las despedidas porque son un horror. Una fiesta tipo es así:

-Cena en el Mesón, un antro cutre por fuera y por dentro. Ni muy grande, ni muy barato, ni está muy cerca, luego no sé por qué siempre vamos ahí. Tampoco esta vez se me ocurrió algo mejor, lo admito. Eso sí, no se come mal del todo. El plato estrella, chuletón.

-Asisten más de 40 personas y se paga a escote, así que los cerdos como Topo salen claramente ganando y alguna becaria anoréxica sale perdiendo. Afortunadamente yo estoy en el término medio.

-A mitad de la cena, consumidas unas pocas botellas de “vino”, empieza la exaltación de la amistad. “Fulano es un profesional como la copa de un pino” “Fulano es una bellísima persona”, “esto es el fin de una época” “te quiero, tío”, “nunca os olvidaré”, etc., etc. Algún espabilado sigue concentrado en el chuletón, pero la mayoría sucumbe a las lágrimas y los abrazos. Esta fase se prolonga, con altibajos, hasta el final de la noche. Sí, lo admito. Yo también lloré.

-El regalo. En la primera despedida a la que fui se nos ocurrió, como regalo, una máquina de escribir antigua. Buscamos sitios y al final encontramos una pequeña tienda de antigüedades de oficina. Ese día le tocó la lotería al vejete que la regentaba, porque desde entonces no se piensa más y al homenajeado se le sacude el trasto quiera o no. En el caso de Orujix, sin embargo, propuse una botella gigante de vino (que ella es muy fan) y otras cosillas y creo que le gustó bastante más.

-Las copas. La peor parte. Entre los múltiples inconvenientes del Mesón está que no tiene ni un solo bar de copas cerca. Así que hay que decidir dónde ir. Por el camino se producen algunas bajas, como es lógico, pero los incondicionales se quedan al lado del homenajeado y beben hasta que les tienen que hacer un lavado de estómago. Sigue la exaltación y el baile.

-El día después. Por la mañanita, tres horas después de acostarte borracho, hay que estar fresco y llevar tu mejor cara al trabajo. Si, como en este caso, la homenajeada se lleva mal con los jerarcas de la empresa y ellos sabren que has ido a la fiesta, se cebarán contigo si te ven torpón. El día después también es el de los marujeos, y pobre de ti si hablaste demasiado con Fulano o si te fuiste en taxi con Mengano.

En fin, lo que es una entrañable despedida laboral española. Me alegro de haber ido a la de Orujix y de haber exaltado la amistad todo lo que pudimos, cubata en mano. La voy a echar de menos.

Sue

Sunday, October 22, 2006

Taxistas

Presiento que en este post va a haber muchos asteriscos... En fin. No negaré que llevo unos días un poco de mala h*stia. No sé por qué, motivos laborales, hormonales o cualesquiera, el caso es que este fin de semana me he enfrentado a algunos de mis gremios más odiados. Los buenos de los informáticos se han llevado algún “no me j*das la vida” y el segurata de la fábrica por poco se traga mi bolso cuando pretendía que lo pasara por el control de seguridad (j*der, que llevo seis años en la empresa, qué vergüenza tener que hacer eso) y yo tenía prisa. Pero el enganchón que más me ha p*teado ha sido el que tuve anoche. El protagonista, un taxista de Madrid.

Quizá alguno de mis lectores sea taxista o hijo, sobrino, nieto o vecino de taxista. Están a tiempo de dejar de leer. Resulta que un amigo bloguero pasó por Madrid y tuvo la amabilidad de llamarnos para tomar algo. Fuimos Quic, Att, su socia, D. y servidora. Algunos tuvimos que currar, así que cenamos muy tarde. Luego nos tomamos una copa en el Moloko aún más tarde. Por si no lo recordáis, anoche fue sábado. El drama estaba servido. Cierran lo poco que queda abierto y hordas de gente se lanza a la caza del taxi. Quic y las dos socias-clones desaparecieron. No me fijé muy bien cómo, pero una de las chicas llevaba moto, y no descarto que se subieran los tres, en vista de la situación. Nos quedamos D., servidora y el amigo bloguero (que revele su nombre él si quiere, yo soy discreta), que tenía que madrugar. Esperamos.

De repente vimos un taxi al que podíamos abordar. La prioridad era el amigo madrugador, así que tratamos de que le llevara. Se negó. Se dirigía, explicó, a Yonquiland. Bueno, le dije al amigo y a D., entonces tendré que coger yo misma el taxi, pues para ir a Yonquiland hay que pasar obligatoriamente por mi barrio. Y me monté con toda la tranquilidad del mundo. Cual no sería mi estupor cuando el malencarado conductor me expulsó de mala manera del coche y se negó a pasar por mi todavía casa. Bajé del coche y le mandé (con un tono todo lo correcto que pude) "a tomar por c*lo”. Entonces el malvado se puso como una hidra salvaje y me recriminó mi actitud (a todas luces justificada) a grandes voces. Maldito c*brón. Lo que más me j*dio es que iba con dos señores, que se veían obligados a decirle al tipo que sosegara. Ojalá hubiera estado sola.

Algunos pensaréis que el taxista tenía razón, que yo soy una perra del demonio, que seguro que iba borracha y que seguro que mi barrio no pilla tan a mano. A todos vosotros os digo: todo esto es mentira en un 80 por ciento. Y qué c*jones, llevo toda la vida queriendo mandar a tomar por c*lo a los taxistas. Sé que quizá sea duro pasarse el día en un coche.También sé que algunos delincuentes les roban y asesinan si no tienen cuidado y que algunos borrachos les vomitan en el coche. Y me parece mal. Pero, a cambio...

-Son los tíos con más libertad de expresión del universo. Lo dijo Quic y yo lo repito. Te dan un c*ñazo fino de ideologías variadas a la mínima que pueden.

-Ponen lo que quieren en la radio al volumen que quieren. ¿A que no sabíais que por el desorbitado precio que pagamos tenemos derecho a decirles que quiten el partido o a Jiménez Losantos y que pongan música, un suponer? A ver quién tiene narices a hacer uso de ese derecho.

-Son muy caros y ladrones.

-Algunos (cada vez más) no conocen Madrid y tampoco saben usar un gps (subcontratados o familiares del taxista millonario dueño de la licencia).

-Si pueden te llevan por caminos largos y recriminan (me consta, que yo hasta hoy también tenía amigos taxistas) a sus propios compañeros si son honrados.

-En verano NUNCA ponen el aire acondicionado aunque se lo pidas.

-Muchas veces están bebidos o drogados y ponen en peligro tu vida.

-Declaran una mínima parte del pastonazo que ganan.

Ya lo he dicho. Hasta luego.

Sue

Tuesday, October 17, 2006

Pasión por la F1

Esta es Sue, siguiendo con gran atención la Fórmula 1 junto a D.

Sunday, October 15, 2006

El no-puente y por qué no me parezco a mi familia

Es de todos mis lectores conocido que trabajo 200 horas a la semana, fines de semana y festivos incluidos. Esta vez, sin embargo, mi libranza coincidía con lo que los oficinistas (término despectivo con el que me refiero a España en general) llaman “puente del Pilar”. El plan era el siguiente: el miércoles después de currar, cumpleaños sorpresa de Yiyi, el hermano de D.; el jueves comida familiar para celebrar el santo de mi abuela (tampoco se llama Leovigilda) y después, excursión campestre de tres días con amigos de D. para buscar setas y, tal vez, morir envenenados.

“Me gusta que los planes salgan bien”, decían en el Equipo A. A mi también, no te j*de, pero no siempre se arregla. El cumpleaños sorpresa fue lo único que se cumplió. Yo, que no conocía a mucha gente, comí, bebí y hablé poco, pero bien. D., en cambio, dio un speach sobre fórmula 1. Cuando empezó a disertar me entró mucho sueño y, como nos íbamos a quedar a dormir (Yiyi y Nat viven en un pueblo a tomar por c*lo), me hubiera acostado, pero no podía. La buena de Nat había dicho a todos los invitados que se quedaran y, obviamente, no había sitio. Unos cuantos declinaron la invitación y se largaron a una hora prudencial, pero el resto nos quedamos ahí mirándonos y pensando “a ver cuándo se van estos cansinos a su p*ta casa”. Nadie cedía. D. seguía disertando y el resto, pensando. Así, hasta las 7 de la mañana. Finalmente me sobé en una butaca de diseño muy incómoda hasta que alguien me despertó y me dijo que los parientes cercanos teníamos derecho a cama. Haberlo dicho antes, j*der.

Pocas horas después me llevé el sustazo que ha truncado mis planes. Mi abuela estaba ingresada en el hospital con la cadera rota. Nos levantamos de un brinco y nos pusimos allí en media hora. Eso sí, sin duchar y oliendo a alcohol que tirábamos para atrás, pese a nuestro burdo intento de disimularlo con chicles orbit. Decidí, como era lógico, no ir a por setas, pero el viernes, que ya estaba todo más calmado, le dije a D. que se marchara él. Así lo hizo y me dije “bueno, al menos me tomaré unos días de relax: ni trabajo ni vida social”. Pero no. El viernes, después de la operación, que fue un hito de la traumatología moderna, me pareció un drama quedarme en casa y convencí a Klint de tomar unas copas. El sábado pensé que ya no saldría más y me fui de compras: un bonito y caro regalo para el cumpleaños de D. y unos trapitos para mi. Sin un euro en el bolsillo, volví al hospital dispuesta a ser una buena nieta.

Pero tampoco se iba a cumplir. Llegó mi primo Rick, un joven de amplia sonrisa muy popular entre las mozas. Me propuso ir a un concierto “de jazz” y, de repente, quedarme un sábado en casa y sin D. me pareció un drama otra vez, así que acepté. La invitación era interesada: el muchacho iba a conocer al novio de su ex y quería ir con compañía femenina. “Lamento desilusionarte -le dije- pero ella ya sabe que no soy más que una prima-plan B para no ir solo al concierto. Si quieres llevar a una chica de verdad tengo la solución”. Llamé a la Señorita E. y me dije “qué gran estratega eres, Sue. Deberían ficharte en un portal de búsqueda de pareja”.

El concierto resultó no ser de jazz. Tocaban mayormente rock, pero muy bien. Se llamaban L. A. Kombo o Kosmo o Kambo o algo así. No prendió, como yo pretendía, la llama del amor, pero sí la de la verborrea. La Señorita E. y Rick rajaban y me pedían bebidas, y yo, callada, me las bebía. Acabamos en el Vendetta, en La Latina, un antro deleznable cuya única virtud es la hora de cierre. Hasta que les pedí amablemente que se callaran de una vez y me acompañaran a un taxi, que ya no estoy para estos trotes. “Qué distintos sois tu primo y tú”, suspiró Miss E. “Él tan simpático y tú un cardo borriquero”.

Tiene razón. No me parezco nada ni a él ni al resto de mi familia. Lo he analizado y pensaba explicarlo, pero me ha quedado un entradón infumable, así que lo dejo para una segunda entrega.

Sue

Friday, October 13, 2006

¿Sabía usted que...?

1) ...uno de los miembros de The White Stripes aparece en la peli Cold Mountain? Mucho ir de excéntrico y tal, pero si te llama Hollywood no vas a decir que no, ¿eh, Jack?


2) ...una jovencísima Sharon Stone tuvo un pequeño papel de villana en un episodio de Remington Steele? Esto es lo único que he encontrado en Youtube: doblaje de los 80. No apto para puristas ni oídos sensibles. Enjoy.



3) ...Pocholo Martínez-Bordiú participó en dos episodios de Corrupción en Miami. No he podido encontrar documentos gráficos en Internet, pero ofrezco un premio al que lo consiga y lo haga saber en este blog (le enviaré un gallifante o algo). No obstante, lo mencionan en
imdb.com

Atención a lo que dicen de su dominio de los idiomas: "Speaks fluent Spanish, English, French and Portuguese". Vamos a ver... el primero se le supone. ¿Pero qué entendemos por "fluido"? Si yo siguiera su misma dieta, os hablaba hasta en ruso. O en
swahili, que nunca está de más.

CC.

Thursday, October 12, 2006

Business casual II

En mi último post me estaba enrollando demasiado, así que decidí echar el freno y dedicar otra entrada más a esto del business casual (y de paso actualizo, je, je). Antes de nada, quería puntualizar que lo que antes quise criticar es el hecho de que los mismos jefes que te permiten ir a currar vestido como quieras te “pidan” ir de traje el día en que vienen de visita unos peces gordos.

Dicho esto, me centraré en los sitios donde los trabajadores tienen que renovar y/o aumentar su atuendo elegante al firmar el contrato.

Entiendo perfectamente que en determinadas empresas y para determinadas profesiones, el atuendo business casual sea indispensable para dar una imagen seria. Yo misma, ex trabajadora de una fábrica de tornillos, pasé los primeros meses de mi estancia en Kabul en un sitio así. Estaba como pulpo en un garaje, no sólo por el idioma y por el manejo de otras materias primas, sino también porque, para colmo, tenía que ceñirme a un código de vestimenta.

Nadie me explicó cuál era el código exactamente, así que me apliqué el refrán “A donde fueres, haz lo que vieres” y tomé nota. Pronto observé que, mientras los hombres no salían del binomio traje/corbata, las mujeres gozaban de más libertad a la hora de combinar su ropa. Llegué a la conclusión de que lo único que estaba prohibido eran los vaqueros y las deportivas. Y ahí va mi crítica. Doble.

1.- ¿A que si te prohíben los vaqueros das por hecho que también están prohibidas ciertas prendas como, digamos, el chándal? Eso creía yo hasta que, con la llegada del frío, una compañera de mi edad empezó a venir al curro con pantalones de chándal y sudaderas con capucha. Sí, vale, ahora están de moda y ella no llevaba zapatillas deportivas, pero joder, es un p*** chándal. Otra de sus prendas favoritas era un poncho de lana que me recordaba al tapete de la mesa camilla de mi abuela, con la diferencia de que el de mi abuela no estaba raído. Hombre, por favor… Lo gracioso es que nadie le dijo nunca nada.

2.- ¿Qué es eso de que los viernes se pueda ir casual-casual (sin el business)? ¿Es que los ejecutivos no hacen negocios los viernes? ¿No se reciben visitas de clientes los viernes? ¿No van los peces gordos a darse una vuelta? Alguien me explicó una vez que es porque empieza el finde y los señores ejecutivos se van directamente desde el curro a su casa de campo o a jugar al golf, así que se relajan las normas. Qué pasa, ¿que no se pueden cambiar al acabar de currar? Para mí está claro: están todos deseando ponerse vaqueros y se han sacado eso de la manga.

Moraleja: en una fábrica de tornillos -por ejemplo- no veo la necesidad de ir trajeados, pero en los sitios donde es importante la imagen habría que acabar con esos "viernes casual". Esto no es serio, señores...

CC.

Monday, October 09, 2006

Business casual

A este lado del Atlántico se lleva mucho eso de ir al trabajo bien vestido, de hecho creo que lo de "business casual attire" es un concepto norteamericano que me parece perfecto mientras no me afecte a mí. Sin embargo, en la empresa para la que trabajo todos podemos ir como nos dé la gana. El único límite es "la higiene y el buen gusto", algo bastante subjetivo teniendo en cuenta las pintas que se pueden ver en mi curro (me refiero a dos chicas que van pintarrajeadas como p***tas y vestidas como p*tas) y la afición de muchos de descalzarse nada más pisar suelo con parqué. Nada, como si estuvieras en tu casa.

Lo curioso de todo esto es que el otro día, con motivo de la visita de un pez gordo de la compañía, que venía a darse una vueltecita por sus dominios, los jefes de nuestra filial nos pidieron vestir un poco más elegantes.

En fin, al día siguiente todos íbamos para una foto, no parecía para nada una fábrica de tuercas (a lo que me dedico para vivir, amigos). El pez VIP vino, se dio su vueltecita y se piró, y yo me pregunto si ese hombre sabe que, cuando él no está, la gente va en vaqueros (o peor). Y si no es así, ¿los curritos de cada oficina de la compañía van sacando sus trajes de chaqueta cada vez que él va de visita? No sé, me pareció todo muy al estilo de aquellos años escolares, cuando el maestro advertía a sus alumnos que el inspector o algún politicastro provincial iba a visitar la escuela, por lo que había que ir guapos (sic) y comportarse como personas humanas (sic).

Lo malo (o lo bueno, no lo tengo claro) de ir al curro un poco más arreglada de lo normal es que la gente se deshace en elogios, lo cual tiene dos significados: 1) Tienes muy buen gusto y estás que rompes. 2) A diario vas hecha un adefesio. Prefiero no pensarlo.

CC.


Friday, October 06, 2006

Censored

Esta entrada se autodestruyó.