Monday, January 14, 2008

(in) Actividades de invierno

Hola a todos y feliz año con algo de retraso. Aquí estamos, sobrellevando el duro invierno. Como hace frío y no apetece hacer nada (a mi, al menos), este fin de semana, que milagrosamente no he trabajado, me he dedicado a actividades más bien de interior, que paso a relataros por afán de exhibicionismo, más que nada.

-Siesta. El viernes me levanté pronto para llevar a Arbusto y Copycat a coger su avión a Kabul. Puedo dar fe de que las maletas, llenas de productos patrios que quizá ahora disfrute algún aduanero espabilado, eran más voluminosas que sus propios dueños. Como estuve toda la mañana ocupada en éste y otros quehaceres, por la tarde me decidí a disfrutar de una siesta memorable. En total, cuatro horas, sólo interrumpidas por dos llamadas telefónicas, todo un récord. Eso sí que es una siesta, y no la mariconada de los 20 minutos que tanto recomiendan los expertos de Saber Vivir.

-Películas. En el cine, American gansters. Está bien, pero tengo que decir que, aunque la vi después de la gran siesta, me dormí dos ratillos. No vayáis a verla más tarde de las doce. En dvd y en la tele, dos pelis que entran en el género de "vidas fastidiadas". Una, En busca de la felicidad. La otra, Cinderella man (que la pusieron ayer en tv1). Las dos (sobre todo, la primera), me parecieron algo angustiosas, los protagonistas se pasan dos horas pasándolas putas y yo sufro. Por eso me pregunto, ¿por qué en este tipo de pelis, cuando el final es feliz, no se recrean un poco más en contarnos cuando al prota le van bien las cosas por fin? Me encantaría que, cuando el bueno mata al malo y se casa con la chica luego nos enseñaran cómo es el día a día, cómo se levantan por la mañana, desayunan y se van a dar un paseo por el parque. Sería aburrido, lo sé, pero me quedaría más tranquila.

A parte, el otro día adquirí la segunda temporada de una de mis series favoritas (y de todo el mundo, sospecho), Doctor en Alaska o Northern exposure para ser más fina. Hacía un siglo que no la veía, y me sigue gustando. Pero creo que, o ha envejecido un pelín mal o soy yo que soy una vinagre. El rollito entre Fleishman y O'Connell es un poco coñazo y a Ed, el chico medio indio, que antes me parecía guapo, ahora le veo algo gordo, esa es la verdad. Por lo demás sigue siendo buenísima y no sé por qué nos venden los deuvedeses con cuentagotas de año a año. No sólo la castigaron en la tele, sino también en las tiendas. Cuánta injusticia.

-Lectura. Llevo un montón de tiempo con un libro que no es largo ni difícil, pero que también me angustia un poco, me da pesadillas y por eso lo leo a cachos. Por eso y porque ya no voy tanto en metro. Es El Imperio, de Kapuscinsky, también uno de mis autores favoritos, aunque una vez muerto se le haya llamado de todo menos bonito, al pobre. El libro cuenta cosas chungas de la URSS que el autor fue viendo en sus viajes por lo largo y ancho de las repúblicas soviéticas. Trabajos forzados, hambrunas, burocracia, pueblos oprimidos, lo típico. Pero lo que más me impresiona es cuando viaja por Siberia y sus alrededores y se pone a relatar, con todo lujo de detalles, el p*to frío que hace allí, cómo las casas se cubren de nieve hasta desaparecer y hay que hacer un agujero en el tejado para entrar, cómo la gente va tan tapada que no se sabe si son hombres o mujeres, viejos, jóvenes o qué.

Y mientras leo esto y veo en la tele al doctor Fleishman con sus orejeras y sus manoplas echando vaho por la boca, miro de reojo por la ventanta, veo que hace viento y está nublado y pienso, "¡A qué c*ño voy a salir yo a la calle! Aquí me quedo y, si se tercia, me echo otra maxisiesta con doble manta". Que me avisen cuando empiece a hacer calor.