Thursday, December 08, 2005

Amor y pedagogía

Mi padre es maestro. Y yo siempre quise ir a su colegio para que él fuera mi profe, no sé, me molaba la idea. Pero él me decía que no y me soltaba un rollo sobre enchufes que yo, a mi tierna edad, no entendía. Luego comprendí que mi padre no quería verse en dos posibles situaciones: 1) que otros maestros/padres/alumnos pensaran que mis buenas notas eran por enchufe y 2) que, para demostrar que no había tráfico de influencias se volviera inconscientemente un tirano, exigiéndome incluso más que a los demás.

En lo que antes era el Ciclo Medio de la extinta EGB (de 3º a 5º curso) lo pude ver ante mis propios ojos, ya que mi maestro durante esos tres años tuvo a su único hijo como alumno. Y lo peor es que éramos vecinos.

Para empezar, el tipo, llamémosle Don Fulgencio (había que tratarle de usted), era un nostálgico de la enseñanza franquista y nos hacía rezar por las mañanas antes de empezar la clase. También, como era de esperar, era bastante aficionado a tirar de las patillas a los niños y de las coletas a las niñas cuando no se portaban bien, aunque esa era una práctica bastante habitual a finales de los 80, cuando no se consideraba malos tratos y los propios padres le decían al maestro: "Si mi niño se porta mal, déle usted una buena somanta' palos". También se podía echar de clase a los niños-tostón o tirarles tizas a dar cuando se quedaban en Babia. En fin, otro día dedicaré un post a las nobles técnicas educativas de finales del siglo XX.

Don Fulgencio, preocupado por no tratar a su hijo mejor que al resto de los chavales, se fue convirtiendo poco a poco en la peor pesadilla de la criatura, a la que insultaba y pegaba en medio de la clase. El niño -llamémosle Juanito- aguantaba el tirón rojo como un tomate y nadie se reía porque no te daban ganas ni de reírte ante semejante escena. Como el chico era un poco zote -todo hay que decirlo-, mi profe se enfadaba con él casi a diario. Vamos, que Juanito llegaba "calentito" a su casa...

El problema es que esa tormentosa relación paterno-filial me salpicó a mí, porque yo era de las listillas de la clase y el pedagogo solía ponerme como ejemplo cuando tenía bronca con su hijo. Juanito, claro está, desarrolló un odio visceral hacia mí y me convirtió en el origen de todos sus males. Me hacía la zancadilla en los recreos, se negaba a cambiarme cromos repes hasta que él no hubiera completado sus álbumes, se negaba a darme hojas de morera de su patio para alimentar a mis gusanos de seda (dios, ¿algún niño hace estas cosas hoy en día?)...

Con el tiempo, al chico le salieron granos, nuez y una timidez elevada a la enésima potencia. Sacó su carrera de ingeniero topógrafo a golpe de talonario en una universidad privada y ahora se va a comprar un pisito. Nadie le ha conocido nunca relación o rollo con nadie de esta acera ni de la de enfrente.

Creo que el pobre será uno de esos tíos de 40 años que siguen siendo vírgenes porque les da vergüenza que les hable cualquier mujer que no sea su propia madre.
Y creo que aquellos tres años con su padre y maestro tienen parte de culpa.