Superstición-à-porter
Ahora que tengo algo más de panoja para comprar ropa, casi no tengo tiempo para ir de compras y, además, me he dado cuenta de que soy desastrosa por naturaleza. No me gustan los tacones, ni los trajes ni las camisas, ni los abrigos que no abrigan, ni los bikinis de cordelillo, ni pintarme como una puerta, ni peinarme. Así que he llegado a la conclusión de que nunca seré una tía elegante, qué le vamos a hacer.
Nunca podré ser como Lili, una compañera de la fábrica que se ha convertido en niña bonita de la jerarquía a base de darse mechas rubias, reír las gracias y de su gran secreto: nunca repite modelito. Ella misma admite que TODOS los días del año va de compras. G. lo pudo comprobar cuando le preguntó dónde se había comprado un modeli, para regalarle uno igual a su novia, y Lili se ofreció para comprarlo ella misma porque TODOS los días va de tiendukis.
Pero, como a toda hija de vecino, a mi también me gusta comprarme algún trapo cuando tengo un ratillo. El caso es que tengo un problema añadido a la falta de elegancia natural: la ropa nueva me da mala suerte. Y cuanto más glamour tiene, más gafe resulta ser. El último episodio ocurrió hace un par de semanas. Llevaba un vestido nuevo de lo más moderno y pasé uno de los peores días que recuerdo en la fábrica. Toda la ira de los jerarcas cayó sobre mí sin motivo ninguno. Hoy, que viene Cler y vamos a salir por ahí, habría sido un buen día para lucirlo, pero no, no me he atrevido, porque trabajo y nunca se sabe qué h*stias te pueden caer. Así que me he puesto uno también muy chuli, pero de la temporada pasada.
Porque lo bueno de la maldición de la ropa nueva es que, cuando se hace vieja, deja de traer mal fario. Lo comprobé también hace unos días. Necesitaba un par de calcetines sin agujerear para ir a clase de yoga. No es que mis compañeras sean unas fashion victims, la pensión no les da para tanto, pero enseñar el dedo gordo del pie en noviembre no está bien visto. El caso es que en el cajón sólo había un par de calcetines amarillos. Los compré hace dos años, pero como eran amarillos no me los había puesto ni una sola vez, por eso de que eran amarillos, y habían envejecido vírgenes. Me los puse a regañadientes y resultó ser un día estupendo.
Estoy para encerrar, ya lo sé.
4 Comments:
Ufs, querida, pero si eres super-fashion-ideal-de-la-muerte, por Dior, por Dior, dónde va a parar!
Besos.
P.S.: He de reconocer que también yo tengo unos calcetines amarillos. No recuerdo de dónde salieron. Lo que si recuerdo es que yo no hago yoga.
Hmmmm... ¿Yoga???
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Pues sí, amigos, voy a yoga desde hace un mes y medio. Aunque he faltado a la mitad de las clases, se lo recomiendo a todo el mundo. El tema merece entrada a parte.
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