Viajes
Mientras estudiaba y trabajaba, poco a poco se me fue pasando el arroz para cosas como irte un año a Inglaterra a “aprender inglés” mientras lavas platos. No es que no me hubiera gustado pasar un tiempo fuera, es que diversas circunstancias han pesado para que no lo haya hecho. Entre ellas, encontrar el trabajo que aún conservo a una tierna edad. Ahora sólo me iría si el hecho de vivir fuera, además de enriquecerme culturalmente, me aportara pasta.
Esa es la idea que tengo clara desde hace años. Un montón de amigos míos se fueron a trabajar o estudiar a los sitios más diversos. Algunos, directamente, nunca más volvieron y creo que no volverán. Me alegro por ellos, porque son felices. Y, además, en Navidad organizamos unas cenas y unas copas en las que nos reímos mucho. Nunca me han dado envidia, yo he decidido quedarme.
Pero con Petra ha sido distinto. Ella es mi superamiga desde el instituto. Yo pensaba que estaría eternamente disponible para ir a cenar los domingos a La Latina, contarle todas mis preocupaciones y acabar riéndonos y volviendo a casa andando para reírnos todavía un rato más. O para llamarla y preguntarle “¿qué hago, qué hago? cada vez que me surgiera un problema, por mínimo que fuera. Pero no fue así. Ella también curra en lo suyo desde hace un montón y su trabajo se ha convertido en monótono. Así que un día, hace ya varios meses, Petra me dijo: “lo dejo y me voy a Australia”. En Navidad no vino, pero me envió una tarjeta. Comentaba los avatares de su vida turística y sentimental por diversos rincones de Asia y Oceanía y me anunciaba que pasaría un mes en Nueva Zelanda (la foto es de allí) y otro por Vietnam, Laos y sitios así. “Después volverá”, pensé yo. “Es imposible que tenga tanta panoja”. En efecto, el dinero se le ha debido de agotar. Por eso se ha puesto a currar en un hotel de un pueblo perdido de surferos en Australia. En su último e-mail me ha dicho que ha “llorado de felicidad” por poder quedarse allí.
Definitivamente, se ha unido al club de los reencuentros navideños. Y me ha dejado una sensación de entre soledad y ganas de colgarme una cámara digital al cuello e irme a cualquier parte que no sé si es un poco chunga o directamente se puede catalogar como envidia.
Sue
P. D. Pido disculpas, especialmente al usuario anónimo del otro día, porque el post me ha quedado un poco lila. Pero hoy, es lo que hay. Besos.
6 Comments:
A mi no me importa lo que diga el anonimo. Me ha encantado este post.
Besos
Gracias, Ratoncito. Siempre anima encontrar público para los posts melancólicos que se escriben los domingos por la noche. A mi también me ha gustado el tuyo, luego te comento algo :)
Siempre nos quedará Internet (aunque no podamos salir de copas cada fin de semana, snif).
Un beso.
CC.
No te creas; ayer mismo D. me preguntó "¿hasta cuándo se van a quedar allí Arbusto y Copycat?" "¿Por qué lo preguntas?", le dije. "Porque deberíamos pensar en ir..."
Hey! En serio? Bueno, ya sabéis que en nuestro humilde hogar siempre hay sitio para los amigos (sobre todo si conseguís pasar un jamón en la aduana, je,je...)
Muy a favor de las entradas melancólicas, qué coño.
Y por cierto: os advierto que MBO os lee con atención y os tiene mucha envidia por lo de ese tan fermoso y bilingüe pais, así que como os pongáis a sugerirlo, lo mismo cogemos MBO y yo y nos coflamos ahí. Es más: pasamos el jamón.
Así que... ¿hasta cuando dices que os quedáis? :D
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