Los dos temas

En las últimas semanas e incluso meses, mi vida ha girado en torno a dos temas muy aburridos para el lector, como decía en mi última respuesta al comentario de Cler. Bien, pues he decidido poner fin a este secretismo y manteneros al corriente de mis actividades, que sé que estáis que no vivís.

Tema 1. El conflicto de la muerte en la fábrica de tornillos
Desde hace un tiempo, en la fábrica se respira un aire más enrarecido que de costumbre. Es algo con lo que intento no aburrir a nadie, ni siquiera le he dado a D. más que unas pinceladas. El conflicto es el clásico: hace un año unos tipos montaron un comité de empresa. Comenzaron a pedir condiciones dignas y que no nos robaran mucho. Los jerarcas se cabrearon y empezaron las luchas, mientras el tornillero medio seguía en la miseria. Como colofón, hace dos semanas empezaron las movilizaciones. Mi situación era jodida, por mi cargo intermedio donde los haya. Pero entonces pensé ¿voy a ser una esquirola? Algunos especialistas en trapos sucios recordarán alguna ocasión en la que sí lo he sido, pero esta vez decidí que no, que iba a unirme a la huelga (una huelga light). Eso hice, aun sin esperanzas de que tuviera final feliz. Pero el caso es que sí, nuestra huelga de pastelito ha dado sus frutos y los jerarcas nos van a pagar un panojón, lo que me lleva directamente al estrellato. Hasta que no vea el dinero no quiero creérmelo, pero D. ya se ha ofrecido voluntario para ayudarme a elegir el coche que tanta falta me hace para no mover el culo más de lo necesario por la ciudad.

Tema 2. El bodorrio del siglo
No es ningún secreto a estas alturas que, en el próximo cumpleaños de Orujix, D. y yo contraeremos matrimonio. Luego beberemos lo suficiente como para que no nos dé vergüenza la situación. El ridículo de bailar un vals, la mezcla de ambientes entre nuestros invitados (que competirán para ver quién hace el brutalismo más grande) salir de casa con el disfraz… creo que tendré que beber un poco, incluso, por la mañana. Pero bueno, intentamos no pensarlo de momento. Ahora nos centramos en las despedidas de soltero/a. D. ya ha sufrido la primera, a cargo de sus amigos del pueblo. No es que sean unos intelectuales, pero no se puede negar que tienen bastante mala h*stia. Primero me captaron como gancho y yo le tuve que poner una excusa absurda para que el sábado estuviera a las 12 de la mañana en un punto fijo. Después de tantearle con cosas como “podríamos ir de compras el sábado a las 12”, que no dieron resultado, decidí asustarle. Le dije que teníamos que ponernos de inmediato la vacuna de la malaria para hacer el viajecito que hemos planeado, cosa que es falsa, principalmente porque no existe la vacuna como tal.
-Pero, ¿no habían dicho que no?
-Pues ahora es que sí.
-Después de ponerme la vacuna no podré beber, ¿no?
-Tranquilo. Me parece que sí.
Así que allí estaba el inocente D., en la puerta de un hospital un sábado por la mañana. Cuando vio aparecer a sus amigos en una furgoneta, el pobre no pensó más que “qué casualidad”, pero pronto le quitaron la venda, porque le secuestraron, le metieron en la furgoneta y le disfrazaron de lo que más odia en esta vida: de tuno. La idea se les ocurrió cuando les conté cómo, junto con otros vándalos, mi futuro esposo atacó sin piedad a un tuno con una vajilla, una historia que dejo para otro día. Así que tuvo su merecido. De lo que pasó luego, prefiero no enterarme.