Los sitios gays me aburren
El lunes un peluquero me peinó y una maquilladora me pintó como una puerta por motivos que no vienen al caso. Ya que les había pagado mi buena panoja, decidí acudir de esta guisa a la cena de despedida de un chico de mi trabajo muy majete que se va. El sarao era en Chueca, lo cual me agradaba porque a) hay muchos sitios chulos y b) está relativamente cerca. Lo que no sabía era que me iba a aburrir tan pronto del episodio de "Queer as folk" que se montó y que mi aspecto elegante me iba a servir para que todo el mundo me preguntara cuándo me caso.
La fiesta había sido organizada por los compañeros más directos del homenajeado, no menos de media docena de ellos, homosexuales. Así que cenamos en La cocina del desierto, un sitio moruno que estaba muy bien y barato, aunque, como todos los árabes, algo estrecho para 25 personas. Según salimos de allí nos metimos en el Why not? Allí la Señorita E. empezó a renegar. Aquellos tíos que se estaban metiendo mano estaban tremendos y eso le molestaba. "Es como tener delante una tarta de chocolate y no podértela comer", decía la muy golfa. A mi, como comprenderéis, eso me traía al fresco, pero es verdad que estábamos un poco desubicadas. Sin embargo, también había heterosexuales en la sala. Orujix los pudo ver muy de cerca y en "actitud comprometida" cuando fue al baño que, por supuesto, era unisex. Visto que allí nadie pillaba nada (ni una triste ladilla) y que estaba petado, nos daban garrafón y no estábamos lo suficientemente borrachos para las canciones petardas que ponían, nos fuimos.
Alguien propuso, entonces, ir al Black and White, un sitio gay más heavy. Pero entonces los maricas se horrorizaron y, avergonzados de ir con tanta mariliendre, decidieron que no podían "pasar allí con tantas chicas". Era por nuestro bien, dijeron, nos íbamos a asustar. Ese sitio tenía cuarto oscuro, chaperos y toda la pesca. Al final se decidió ir al Riks, un sitio de más bajo perfil. Allí no había cuerpos esculturales ni directores de márketing de importantes compañías frotándose con efebos y nadie tenía miedo de lo que pudiera encontrar en el baño. Allí estaban los gays tristes que no habían pillado bebiendo sus cervecitas y sin bailar. Llegados a ese punto, algunas homófobas nos tuvimos que escindir porque aquello era un tostón.
Aunque, para ser justa con el mundo gay, no sé lo que me da más perezón, los sitios de este tipo o salir con un montón de gente de mi trabajo. Con lo feliz que soy yo emborrachándome mano a mano con una o dos personas y despellejando a todo el que se nos ocurre, en vez de hacerlo con 25 interesándome por sus respectivas familias.
1 Comments:
Va a ser lo de ir con tanto compa de trabajo. Gracias por información, btw: mi desconocimiento de los garitos 'de ambiente' incluía el dato relativo a la calidad de los alcojoles (sic) servidos. Veo que los camatas homosexuales son tan hijoputas en ese sentido como los otros. Ya tengo otro motivo más para no acudir a tales lugares.
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