¿Quién actualiza el blog en Navidad?
Pues Arbusto y servidora. Arbusto porque, según dice, en su familia debe de ser el clásico primo vinagre y pasota que siempre se va a su cuarto a escuchar música. Servidora, porque es una desgraciada y hoy curra. Así que mientras el capullo de mi jefe está en una reunión, procedo a contaros mi nochebuena.
Para mi, el 24 de diciembre siempre transcurre igual, y nunca se me hubiera ocurrido haceros un relato costumbrista. No me parecía interesante. Pero ayer, durante mi tradicional café nochebuenero con Quic, Cler y G. salió a colación un dato que les resultó muy llamativo: la tortilla de lombarda. G., reputado gastrónomo, opinó que ese plato es «de posguerra». Quic dijo que iba a escribir sobre ella en su blog y Cler se mostró también muy sorprendida. Pues no, amigos, la tortilla de lombarda no es un plato de posguerra. Es el pistoletazo de salida para un festival de la grasa y el alcohol que dura hasta Reyes. Consiste en una hierba morada repugnante cuajada en dos huevos por ración. O te la comes, o despídete del langostino y el vinazo.
No es la única tradición en mi casa. También es entrañable despertarse el 24 de diciembre con las voces e insultos que mi padre le dedica a cualquiera de sus hermanos. Así empezó mi día ayer. Acto seguido, fui a los chinos a comprar una flor de pascua. No hay que descuidar el peloteo a la suegra en estas fechas. Desgraciadamente, sólo quedaban dos, y chuchurrías. Escogí la menos mala y me fui. Una vez me hube chutado la dosis de almíbar parejil precisa, comí y me fui al mencionado café. Siempre vamos a la cafetería Colby de la calle Fuencarral, tristemente célebre porque en ella me sustrajeron un bolso repletico de panoja hace dos años. Lejos de no volver, hemos hecho de ese bar un clásico, no me preguntéis por qué. Tras el café vienen las no menos tradicionales cañas con los amigos de mi santo. Pero este año decidí saltármelas, en parte porque el tema del transporte estaba complicado, en parte porque el año pasado, mi hermana Zel se pasó un poco en esta tradición y llegó turucia perdida a la cena. Al principio disimuló cerrando el pico, pero cuando mi abuela le puso la tortilla de lombarda en las narices, Zel no aguantó y se alejó, dando tumbos por el pasillo, hacia sus aposentos.
No, amigos, yo soy ya muy mayor para esos numeritos, y en los últimos años me he labrado la imagen de tía con clase ante mi familia. Así que, una vez acabado el mensaje del Rey (que ayer me pareció bastante soporífero), como es tradición, fuimos a casa de la matriarca, donde nos esperaban, ya en nuestros respectivos platos, las tortillas de lombarda. Estaba dispuesta a comérmela enterita, pero no fui capaz. En un momento de despiste colectivo, se la pasé a mi otra hermana, Hei, que es bastante friki y le gusta esa guarrería.
Mucha grasa y vinazos después, llegó la sobremesa. Para la ocasión yo había llevado un nuevo juego de mesa, el Partynosequé. Por motivos que no vienen a cuento, me lo regaló un arlequín, y lo reservaba para esta ocasión. La excusa del juego me sirvió para hacer callar a mis parientes de más edad que, al igual que ocurrió en casa de Arbusto, se habían lanzado al villancico sin ningún pudor (propio, porque ajeno sí, y mucho). El momento culminante del juego llegó cuando el equipo senior, formado por mi madre y mis dos tías tenía que superar una prueba de imitación. Una de ellas (mi tía la más joven) tenía que emular a Gollum, de «El señor de los anillos» y las otras tenían que adivinar. Mi tía comenzó con el clásico «es mi tessoro, es mío» y las otras dos lo tenían en la punta de la lengua «sí, sí, ese, el bicho ese, ¿cómo se llama?». Ambas visualizaban la criatura de Peter Jackson, pero no daban con el nombre, lo que provocaba risa y algarabía en los demás. Hasta que mi tía, la mayor, mandó callar y sentenció. «Ya sé quién es. Es Fédor».
¿Cómo llegó a esa conclusión? ¿Qué efectos tiene la ingesta masiva de alcohol en mayores de 57 años? No lo sé a ciencia cierta. Sólo sé que, pese a la tortilla, al villancico y a las discusiones familiares, anoche me lo pasé teta en casa de mi abuela. Si es que en el fondo soy muy de tradiciones.
5 Comments:
El villancico es un lastre, sí. A mi ese de "hacia belén va una burra" me recuerda mucho a mi jefa.
Encantada, oprimido pp, he echado un vistazo a tu blog y parece que te ha caído una buena con tu mamá política. La mía no es tan mala, por suerte, aunque impone bastante. Besos.
J0j0j0, me parto!!" No tenia pensado leer algo ta largo, pero empece y me engancho... jeje.
Mi nochebuena es parecida, así pero con sopas de ajo, y para comida de Navidad sí que hubo lombarda!! Que yo no probé, por cierto xDD
Feliz salida y entrada ;)
nena, me alegro de que te hayas reído. Siento escribir cosas tan largas, intento evitarlo, de verdad, pero es que no estoy acostumbrada a la libertad de expresión y, ahora que la he conseguido, abuso de ella. Feliz entrada y salida también para ti.
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