Fin de las vacaciones blogueras
Como de costumbre, Hans y otros tienen razón al recriminarnos nuestra consabida escasez actualizadora. Aunque he de confesar que, como Copycat se dedica al teletrabajo, una actividad que te permite "conciliar", supuestamente, pensé que sería ella la que se encargaría de mantener esto al día durante mi ausencia. En fin, como ya ha explicado ella alguna vez, es una de las grandes mentiras de la modernidad para tenernos aún más alienados. Qué le vamos a hacer.
Mi excusa es que me he ido de vacaciones. Los días anteriores a éstas fueron el infierno máximo en el trabajo. Eso parecía una película de terror, con todos los jerarcas encima de mí y sin material para fabricar un montón de tornillos al día. Por fin decidí largarme dejando a Topo al mando del sector Rosca-chapa, sin preocuparme de las posibles consecuencias. Media hora más tarde estaba durmiendo en el sofá, frente a una peli de cuyo nombre no me acuerdo y tras haberle dado un par de bocados a un whopper. Repuesta del horror, el día siguiente me largué a la playa con mi señor esposo, aprovechando que el apartamento de los suegros estaba libre. Allí pasamos una semana apacible y feliz, sólo perturbada por los vecinos, un primo de D., su novia y su hija de dos años. Él les hace seguir una dieta macrobiótica y ellas aprovecharon nuestra llegada para unirse a nuestras barbacoas domingueras, comerse nuestra tortilla, ver nuestra tele y hacer pis en nuestro minijardín (sólo la niña, tranquilos).
Terminada la semana nos despedimos de los primos con lágrimas en los ojos y volvimos a Madrid a la boda de los cuñaos Gigi y Nat. El bodorrio salió muy bien. Ya quedan menos bodas este año, sólo tres o cuatro.
Aún con resaca nos largamos a Galicia, donde nos esperaban otros amigos. La última semana de vacaciones ha estado también bien, mucho pulpo, alvariño y tal. Sólo que ha sido un poco accidentada. Nos llevamos un gran susto el primer día al hacer un trompo en una carretera mojada, pero resultó que teníamos un ángel de la guarda. Estos ángeles, sin embargo, no cubren objetos personales y, días más tarde, mi móvil pereció atropellado por el coche de un amigo. Vuelvo a mi antiguo zapatófono porque me da un perezón ir a comprar otro móvil y porque dentro de tres semanas o así es mi cumpleaños y espero que alguien tenga un detalle.
Mañana vuelvo al curro. Espero que el infierno se haya relajado un poco y, si no, pues nada, en peores plazas hemos toreado.