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Ayer fue mi cumpleaños. Lamentablemente, unos asuntos de curro relacionados con cierto avión en llamas no me permitieron ni hacer reflexión alguna en el blog, ni celebrarlo como se merece. Pero ahora ya estáis todos avisados: se admiten felicitaciones, regalos y donativos al número de cuenta que os daré a los interesados.
No, ya en serio: ya tengo 29 años y ya va siendo hora de cambiar de vida y dejar de trabajar 14 horas diarias. ¿Cómo se accede a esos curros en los que cuando sales es de día, en verano hay "jornada intensiva" (qué nombre más inadecuado) y que te permiten ir a yoga, a inglés y a clases de cocina suní?
Luego están los curros originales, por llamarlos de algún modo. Como los de mis hermanas, sin duda mucho más listas que yo. A Hei le pagan por estudiar una cantidad que le permite ser independiente pese a su corta edad y nula experiencia laboral en cosas serias. Ahora está en una prestigiosa universidad intentando aprender algo de un señor viejuno de noventa y tantos. Zel está a punto de irse a pasar tres meses en una isla perdida de África (tranquilos, no es a las Canarias). Va a estudiar el autillo, un pájaro que yo siempre pensé que no existía, que era de broma, como los gamusinos.
Y luego están las amas de casa, que hacen lo que hago yo cuando libro (limpiar) todos los días y se lamentan de que están matadas. No dudo de que nuestras madres (bueno, la mía no, que es una desgraciadita como yo) trabajaran mucho en casa, pero ¿hoy en día? Por favor, después de limpiar la casa te da tiempo a hacerte la cera siete veces, de ver a Ana Rosa y a tomar cuatro carajillos con las vecinas.
Bueno, si alguno sabe cómo ingresar en alguno de estos mundos, que me lo diga, que hoy me he visto en el espejo tres arrugas más y doble ojera.