Qué duro es el invierno
Hola a todos, feliz 2010. No creáis que un poco de pereza van a acabar con este blog. Dónde si no voy a dar la brasa impunemente??
Sé que hay gente a la que le gusta la nieve y el frío. Lo sé porque uno de ellos vive conmigo. Yo intento ver la cara amable del invierno. Pero, qué queréis que os diga, cada vez lo veo más crudo. A parte de los problemas motrices que ocasiona la nieve, de las restricciones de vestuario a las que obliga el frío (con el consiguiente peligro de robo de abrigos en bares) y del esfuerzo que tengo que hacer para salir de la cama y ducharme con temperatura polar, lo más difícil de sobrellevar es la temporada de deportes de invierno.
A D. le encanta esquiar. Si el tiempo lo permite, siempre se va una semana y varios fines de semana cada invierno. Siempre ha querido arrastrarme, pero yo soy torpe por naturaleza y me repugna el frío, así que siempre busco excusas. Hace un par de años accedí a ir una semana a Andorra. Probé a esquiar y no hubo sorpresa: me pareció un infierno máximo. No sólo hay que caerse y hacerse daño: hay que madrugar y las botas son una tortura. Es decir, todo lo que descubrí nuevo sobre el esquí fue malo. Después de eso conseguí eludir la nieve dos años a base de excusas. Desde la sequía al trabajo pasando por la muerte (verdadera) de un familiar.
Pero este año me he quedado sin pretextos. Nada haría tan feliz a D. como verme convertida en una fanática de la nieve. Así que acabo de volver de Panticosa, donde me he iniciado en el arte del Snowboard. Este es un pequeño balance, con consejos incluidos para quien esté en mi misma situación:
No ha sido tan infierno como Andorra porque sólo han sido dos días. Las botas, mucho mejor, son más flexibles que las de esquí. En cuanto tus acompañantes se despistan, las botas te permiten quitarte la tabla y huir hacia la cafetería. Esta vez no he salido de las pistas de niños. Si estáis en mi situación, negaos a subir a cualquier otro lugar. No os fieis de las promesas de vuestros amigos esquiadores: más allá de pista verde todo es un p*to horror. Esta vez estuve con un profe, pero no sola. En total éramos seis, D. entre ellos. Los palilleros (esquiadores de esquís) quisieron asegurarse de que las renegadas de la nieve (mi cuñada Nat y yo) subíamos a las pistas, y se ofrecieron a hacer un curso de iniciación al Snowboard todos juntos. He de decir que, nada más ponernos la tabla, la que más apuntaba maneras era servidora. D. se emocionó y empezó a enumerar toda la equipación de lujo que me iba a regalar: tabla, casco, etc, todo de primeras marcas. Al final de su cuento de la lechera los dos vivíamos felices en una eterna pista de esquí, seis meses en Europa, otros seis en Argentina.
Pero en cuanto el profe empezó a impartir doctrina, pronto se vio que las renegadas de la nieve volvíamos a serlo. En fin, estamos a lunes y el cuento de hadas ha terminado. Yo tengo agujetas por todo el cuerpo, pero no he sido la peor parada. Nat tiene roto el escafoides y lo mismo la tienen que operar. Pobrecilla, su lesión me sirvió para escaquearme de la última parte de la clase. Cuando llegamos a casa le dije a D. "bueno, siento haberte desilusionado, al menos lo he intentado, pero no hay manera", y pensé que ponía el punto y final a la nieve por este año. Pero D. respondió: "¿Desilusionado yo? Nada de eso. En febrero volvemos y en marzo también. Esta vez, con profesor para ti sola".
Como decía al principio, qué crudo es el invierno.