Iba a comentar un post de Haters y me ha quedado un poco largo, así que me he dicho, qué cojones, escribo un post propio.
En el post, el Hater contaba unas anécdotas con unos catalanes. Se reía de unos tíos que quisieron hablar catalán a alguien que no los entendía. Después un tipo ha escrito un comment muy airado, también en catalán.
Lo de escribir un comment crítico en catalán es para fastidiar un poquito (eso debe de creer el autor). Pero, en el fondo, sabe que más o menos se entiende. Nadie escribe un comment sólo para él. Si hubiera tenido que escribirlo en euskera, no lo habría hecho, porque sabría que nadie iba a entender nada. Es el mismo motivo por el que toda comunicación que viene de Catalonia está escrita en Catalán y, en cambio, las que vienen del País Vasco son bilingües porque si no, saben que es inútil enviar nada. Me parece un poco infantil, qué queréis que os diga, pero bueno, yo soy una españolaza intolerante e ignorante, qué le vamos a hacer.
Ya en las olimpiadas del 92, en las que yo tenía 12 o 13 años, me di cuenta de ello. Cuando, en la inauguración oí que hablaban en inglés, francés (otro día hablamos de por qué el gabacho sigue siendo considerado lengua vehicular cuando la realidad es que sólo lo es en ciertas zonas de África), castellano y catalán dije en voz alta "¿para qué lo dicen en catalán? Todos los catalanes saben español, así que, si pueden decirlo en otro idioma, que utilicen el alemán, el chino o el japo, y así lo entenderá mucha más gente". Craso error. El sector buenrollista de mi familia se me echó encima y, no recuerdo las palabras exactas, pero me vinieron a llamar pequeña facha.
Mi siguiente encuentro con el catalán fue un año más tarde. En un campamento veraniego hice una amiga. Era muy maja, pero muy catalanista. La tía se quejaba de que, en cuanto salías de Cataluña, en los carteles de las carreteras las indicaciones no venían en catalán y, en los bares y restaurantes nadie te hablaba en catalán. Cuando soltó semejante perla la carcajada fue unánime. Sólo la apoyó un tipo que, aunque era de San Sebastián de los Reyes, Madrid, y no había pisado Cataluña en su vida, tenía intenciones libidinosas con ella, lo que le hizo convertirse en un independentista de tomo y lomo. Esto no tiene nada que ver, pero me he acordado y me ha hecho gracia.
Me consuela saber que no soy la única intolerante. Mi amiga Mademoiselle E., que hizo su erasmus en BCN recuerda que, en una clase en la que el profesor hablaba en catalán y, recién llegados los erasmus, una de ellas (no recuerdo si alemana, francesa o qué), tomó la palabra en nombre de sus compañeros y pidió al profe si, por favor, podía hablar en castellano, que era lo que ellos habían aprendido para ir a estudiar a España. "Así nos enteraremos todos". No hace falta contar el linchamiento posterior de la pobre guiri.
Su caso no es único. Los extranjeros de fuera del "Estado español" son a menudo víctimas de la furia catalanista. Una amiga argentina de Copycat y Arbusto nos contó otra anécdota: en una librería de BCN ella u otra amiga pidió un libro de un autor que no recuerdo, diciendo el nombre en castellano. La dependienta le dijo que no tenían nada y, cuando ya se iba, le gritó "¿No habrás querido decir (el nombre en catalán)?" Vamos, es para matarla. La humilla, pero no pierde una venta, la muy p*ta.
A los 13 lo pensé por primera vez. Han pasado los años y sigo pensando igual. ¿No he evolucionado? Puede.