Wednesday, November 30, 2005

Smells like teen spirit


Para el que no lo sepa, esta chica que aparece junto a Courtney Love es Frances Bean, hija del malogrado Kurt Cobain y de esta señora que no levanta cabeza. La niña, que ya tiene 13 añitos y está bastante mona, concedió hace pocos meses una entrevista a la versión de Vogue para adolescentes. Y, lo que son las cosas, la hija del rey del grunge y de la cantante de Hole se define a sí misma como una fan de la moda sofisticada. Afirma que no le gustan nada las pintas que suele llevar su progenitora y critica su costumbre de no usar el cepillo con demasiada frecuencia.

"I don't like to look sloppy (desaliñada, vamos). I'm a girly-girl", dice la chiquilla, que para desgracia de su padre, que debe estar revolviéndose en su tumba, se ha vuelto una pijaza de tres al cuarto.
Una de las confesiones que hace durante la entrevista es que uno de sus colores favoritos es el azul bebé, "porque resalta el color de mis ojos". O sea, que lleva el uniforme de las girls que salen por Moncloa a las cinco de la tarde con toque de queda a las 10 (lo que sus madres no saben -o no quieren saber- es que en cinco horas da tiempo a muchas cosas, y las teen de hoy ya no son tan pavas como las de mi generación).

Aunque, ahora que lo pienso, habría que ponerse en la piel de Frances Bean, que tiene que estar hasta las pelotas de que la gente le diga lo guay que tiene que ser ser hija del líder de Nirvana y, sobre todo, harta de limpiar las potas de su madre.

Ya se sabe que los adolescentes se comportan según la ley de acción y reacción. Es decir, si los padres dicen algo, ellos hacen todo lo contrario. Así de fina y elegante se ha vuelto ella.

Si es que no puede ser, uno intenta ofrecer una referencia útil a su prole y ésta sale por peteneras. Con lo monos que son los niños cuando son pequeños y hacen cosas tan graciosas como tirar jarrones o meter la cabeza en la papilla cuando se quedan sobaos. Por cierto... ¿por qué duermen tanto los bebés? Porque no tienen nada que hacer en todo el día. ¿Y por qué duerme tanto
Arbusto, si no es un bebé? Porque es un vegetal.

Buscando fotos de la hija de Kurt Cobain he encontrado esta
imagen entrañable de la chica (la de las gafas es Sinéad O'connor. Si da error, recargad la página), que nació en el año 92, por si no os habéis parado a echar cuentas.

Pues sí, los que nacieron en el año de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla ya salen de botellón. Qué fuerte...

Friday, November 25, 2005

El Planeta Imaginario


Supongo que es normal que, cuando llegas a cierta edad, empieces a acordarte de cuando eras niño, sobre todo cuando ves a los chavales de ahora, los comparas con lo que fuiste y encuentras diferencias por todas partes. Yo pensaba que era la única que se acordaba de sus tiempos mozos, aquellos en los que sólo había dos canales de televisión y en los que para jugar no necesitabas juguetes. Pero no. Resulta que el país está lleno de veinteañeros que ven cómo se acerca la treintena y les da por recordar aquellos dibujos animados y ese mensaje en letra pequeña en los anuncios navideños que decía algo así como "Este juguete vale más de 5.000 pesetas". Nos acordamos porque, a la mayoría de nosotros, nuestras madres nos habían enseñado a no incluirlos en la carta a los Reyes Magos. Efectivamente, eran otros tiempos...

Y como, entre otras cosas, no existía la Playstation ni Internet (sí, jovenzuelos, se podía vivir sin ello), tuvimos que tragar mucha tele para que las tardes pasaran más amenas.

Y no todos los programas eran exclusivamente para niños. Recuerdo que veía La Bola de Cristal cada sábado sin falta, pero reconozco que no me enteraba bien de qué iba la cosa.

También recuerdo El Planeta Imaginario, un programa extraño con puestas en escena oníricas, música y muy pocos diálogos. Entre los personajes había un vampiro chupalibros, que chupaba libros -como su propio nombre indica- y se le quedaban en la memoria.

Muy pocos de los de mi generación se acuerdan de este programilla. La música era un poco triste, supongo que por eso cambiaban de canal o se iban a jugar. Se la tarareo a todo el mundo y nadie se acuerda, salvo mi amigo Quic. Tío, he estado buscando en google a alguien que tenga grabado algún capítulo o que sepa decirme algo sobre él, pero me rindo. Sólo he conseguido la foto y este archivo
sonoro. Si esperas unos segundos, oirás una de las sintonías de tu infancia.

Friday, November 18, 2005

El colmo de los colmos


Dicen que el colmo de los colmos es perder un imperdible. No estoy de acuerdo. Es ser un negro blanco (no se admiten chistes del tipo "ser un blanco negro", que os veo venir). ¿Cómo se come eso? Siendo albino, obviamente.
Hace unos días le comentaba a un amigo que había visto en Google fotos de negros con la piel blanca y el pelo rubio. Se rió mucho y me preguntó qué clase de páginas estaba "consultando" en Internet y en eso quedó la cosa.
Para los que no lo sepan, el albinismo es una alteración genética que se da en todo el mundo animal, desde los pájaros y los reptiles hasta los humanos. Los albinos africanos conservan sus rasgos propios, pero son más blancos que la leche. No, el de la foto no es un fotomontaje ni una aparición fantasmal, es un niño que lo tiene jodido a la hora de integrarse en su sociedad. Al pobre lo tienen que freir a h**tias en el recreo.
Lo chungo es que, por lo visto, hay más casos de albinismo en África que en Europa, sobre todo en un sitio llamado Joyce que ahora mismo no sé dónde queda. Hasta hay una
ONG que se dedica a darles información y, de paso, cremitas para el cuerpo serrano, que el sol pega bastante fuerte por esos lares y esta gente se quema pero no se broncea.
No me deis las gracias por este post tan instructivo y didáctico.

Wednesday, November 16, 2005

"Tenemos una chinita"


Respeto muchísimo a las parejas que deciden adoptar a un niño. Creo de veras a esas madres con hijos biológicos y adoptados que afirman sentir el mismo amor por unos y por otros. Sin embargo, el tema de las niñitas chinas ya me está tocando un poco las narices, porque oigo cada caso que me pone de los nervios. Sinceramente, las tratan como monos de feria. Después de conocer algunas historias he llegado a la conclusión de que muchas de esas mujeres -porque sobre todo son ELLAS- deciden adoptar en China porque las nenas de este país son como muñequitas. Muy monas, muy exóticas, muy simpáticas... Desde luego, no piensan que esa carita tan mona no dura para siempre y que, encima, con los años les entrará la crisis del hijo adoptado que no encuentra su lugar en el mundo. En fin...
Una de las cosas que más me llama la atención es ese empeño de las madres por mostrar a sus hijas en el trabajo y en todos aquellos sitios por donde han ido soltando que han adoptado a una chinita. ¿Por qué no hacen eso con los hijos biológicos?
Hace unos meses, un amigo me contó que una compañera de trabajo estaba entusiasmada con la idea de tener una sobrinita china. Enseñó fotos de la niña antes incluso de que llegara a España y, una vez que pisó territorio español, hablaba de los pormenores del viaje y de la salud de la criatura en primera persona. Lo cachondo fue cuando le contó la historia a otro colega que también tenía una china. El buen hombre le dio consejos como si ella fuera la madre y la muy p*** no le sacaba del error... hasta que le preguntó: "¿Y cómo dices que se llama tu hija?". Momento rubor hasta las orejas, aclaración nerviosa y consiguiente careto del pollo, que vio que ahí había algo raro.
En realidad se trata nada más y nada menos de una pava que ya ha manifestado alguna que otra vez su intención de tener en un futuro sus propios hijos y luego una chinita. Para darle color a la familia, pienso yo. Y claro, al tener una historia similar tan cerca, la chica se emocionaba.
Por lo que me cuenta este colega, llegó incluso a llevar a la niña al trabajo a los pocos días de llegar de la otra punta del mundo! La llantina que montó la chiquilla al ver tanta gente alrededor fue mítica. Lógico.
Lo último que he sabido es que esta señorita, aprovechando que su novio trabaja en una agencia de publicidad, ha conseguido que la chinita haga de "modelo" para una línea de ropa infantil.
Y yo me pregunto... ¿Por qué c*** permite esto la madre?

Wednesday, November 09, 2005

Diversiones aparentes



En el post anterior hablaba de cosas que solían gustarme de pequeña y que ya no me gustan (o a las que ya no puedo dedicarles tanto tiempo, como a los cómics). Ahora hablaré de aquellas cosas que gustaban a todos los niños y que yo odiaba. Y sigo odiando.
1. El circo. Y, en particular, los payasos. Mientras todos los niños se flipaban con el circo, a mí no me llamaba nada la atención. Terminé de detestarlo para siempre cuando uno de ellos llegó a mi pueblo y el colegio organizó una visita para ver la función. Mientras la chiquillada disfrutaba de lo lindo, yo sólo veía leones raquíticos, elefantes viejos y apestosos, bailarinas y trapecistas con los trajes remendados y payasos que daban pena. Los payasos… ¿Hay algo más patético que esto? En serio, no le veo la gracia por ninguna parte, y menos a esos que se pintan la cara con una boca triste y lágrimas en las mejillas. ¿No se supone que deben dar una imagen fresca y alegre? Por supuesto, tampoco me gustaban los famosos Payasos de la Tele. Miliki, Fofó, Fofito y compañía me la sudaban. Los veía porque por aquel entonces no había otra cosa en la tele, pero es que esos camisones rojos me daban grima. Luego estaba Ronald McDonald, ese payaso con la cara tan blanca que me daba tan mal rollo como el que me puede dar ahora Michael Jackson.
2. Discos infantiles. Parchís, Enrique y Ana y no sé cuántos más. No tenía los discos ni me gustaban esas canciones. En mi casa no había tocadiscos y en el coche de mi padre mandaba él, así que sólo pinchaba sus grupos favoritos. Afortunadamente, sus gustos no incluían El Fary, sino los Beatles, Bob Dylan, Paul Anka, The Shadows… Eso sí, debo reconocer que cuando los demás niños se ponían a cantar las canciones de Parchís a mí me daba mucha envidia.
3. Javier Gurruchaga. Me encantaba la Bola de Cristal. No entendía ni papa, pero cada sábado me quedaba como hipnotizada delante de la tele. Pero había algo que me provocaba repulsión: Javier Gurruchaga. Yo era muy pequeña y no sabía lo que era un pederasta, pero ese señor sacando la lengua con ojos libidinosos me daba muy mala espina. En fin, yo pensaba: “Esa es la clase de tipos a los que se refiere mi madre cuando me dice que nunca acepte caramelos de desconocidos”.
4. Peter Pan. ¿A alguien le gustaba ese puto niño engreído que no quería madurar?
5. Carnavales. Me provoca el mismo mal rollo que el circo. En el pueblo donde yo crecí era como una fantasmagoría que apenas duraba unas horas. La idea que yo tenía de “fiestas hasta la madrugada” se desvaneció la primera vez que salí con mis amigas –y sin mis padres- y comprobé que los carnavales duran lo que tarda en pasar la comparsa por la calle principal. Año tras año, después del desfile, caía la noche y la gente se piraba a sus casas a cenar y a otra cosa, mariposa. Era todo muy falso, como una especie de diversión artificial de confeti y serpentinas que luego se quedaban chafadas en el suelo. Mal rollo, mal rollo….
6. Parques de atracciones. Nada, nada. Tardé bastante en descubrir que mis gritos no eran de diversión, como los de mis amigos, sino de puro pánico. Yo ya tenía 14 o 15 añazos, una edad problemática para decirle al resto de tu pandilla que te quedas mirando mientras ellos se lo pasan de puta madre. Además, entre todos formábamos un número par, así que uno de ellos se tenía que quedar siempre sin montarse en alguna atracción por mi culpa. Pero yo ya era una chica muy madura y al fin me había dado cuenta.
¡¡Que no me monto, y no me monto, j*der!! Making friends…

Thursday, November 03, 2005

The Strange

Me encanta esta niña. Me recuerda un poco a mí cuando era pequeña: con ese flequillo, rara e independiente como su gato.
La verdad es que yo era bastante rara, y mi madre solía castigarme con salir a la calle a jugar en lugar de encerrarme en mi cuarto, porque sabía perfectamente que ése era mi paraíso, mi refugio.
Me pasaba las tardes enteras leyendo, viendo la tele y escribiendo cosas que hoy me avergüenzan. Luego me convertí en una adolescente juerguista y dejé de hacer muchas cosas que de niña me divertían, para desgracia de mi padre al que, de paso, dejé de idolatrar, por aquello de llevar la contraria al poder.
He aquí alguna de las cosas que se quedaron en la infancia:

Tebeos y cómics. Los devoraba. Se puede decir que aprendí a leer con Mortadelo y Filemón, la Abeja Maya, Zipi y Zape, Astérix y Obélix y Tintín. A los 10 años mi padre me dejaba leer alguna que otra revista de cómics que siempre había por casa, como CIMOC, a través de la cual conocí a autores como Milo Manara. Sí, un poco fuerte, pero yo siempre he sido una chica muy madura...

Películas del oeste. El Western es un género que vuelve loco a mi padre (como veis, fue mi gurú durante mi infancia). Antes ponían mucho estas pelis en la tele y yo las veía todas. Por supuesto, iba siempre con los indios, porque los yankis siempre han sido unos hijos de puta. Con el tiempo empecé a estar hasta la p... de los indios y el séptimo de caballería, así que dejé solo a mi papi lamentándose por los terribles efectos de la revolución hormonal en la niña de sus ojos. La diferencia es que yo he evolucionado y él no. Se sabe de memoria los diálogos. Dios....

Documentales de la 2. Sí, amigos. Mientras España entera echaba la siesta con las explicaciones sobre la cópula de la tortuga mutante (aka Ninja), mi padre (sí, que pasa) y yo veíamos las peripecias de todo bicho viviente con gran atención. Como ya he dicho, el tiempo y las hormonas lo cambió todo.

Pero bueno, a pesar de esta triple influencia, mi desarrollo emocional no se vio afectado. Hoy soy una chica bastante normal y hasta simpática y todo.
A veces