Un poco de swahili o Heidi vuelve a casa
Ayer llegó mi hermana. Regresa desde Dinamarca, donde ha pasado el verano perfeccionando un idioma que habla mucha menos gente que, por ejemplo, el catalán. Vuelve para quedarse, pues su etapa granadina también ha concluido. Ahora tendrá que buscar trabajo o, en su defecto, un resquicio para que el Ministerio de Educación la mantenga unos años más.
Cuando me preguntan cómo son mis hermanas, si se parecen a mi o no, siempre digo lo mismo: yo soy un término medio. Ni tan juerguista y pasada como Zel ni tan empollona y rarita como Heidi. A Heidi no le basta con ser una tía estudiosa. A sus 23 años tiene dos carreras (de la misma cuerda las dos, es cierto) y habla un porrón de idiomas extraños. Como ella siempre ha buscado salirse de lo considerado «normal», curiosamente el inglés es casi el que peor habla de todos. En cambio, es casi bilingüe en francés, se defiende en italiano, checo y danés y chapurrea alemán. Además, como buena filóloga, conoce la gramática y algún rudimento de un montón de idiomas más. Recuerdo que hace unos años Cler y yo visitamos el cuchitril parisino de mi hermana y nos sorprendimos al encontrar un libro de gramática swahili. Le preguntamos y respondió, muy seria «bueno, un poco de swahili nunca está de más». Una afirmación casi irrefutable, sin duda. Luego están el latín y el griego antiguo, que son «lo suyo».
Los idiomas no son el único mérito de Heidi. Mi hermana, a la tierna edad de 15 años, ganó un certamen literario para adultos (no porno, digo para adultos porque los participantes eran adultos. Parece que los adultos sólo se pueden dedicar a ver pelis guarras) con un relato en primera persona sobre el asesinato de su profesor de matemáticas, todo ficción, pero tan real que incluso algunos de los asistentes a la presentación del premio la censuraron por su poco respeto «a los derechos humanos».
Por otra parte, tengo que reconocer que mi hermana no es lo que se dice un parásito. Al menos, no de mis padres. Posee la misma extraña capacidad que Arbusto para encadenar becas y pasta del Estado español y otras instituciones, igual que posee la paciencia (y tacañería) para arrancar un cheque por 50 euros a gastar en el recinto aeroportuario de Amsterdam. Cuando eso no basta, no duda en trabajar en los sitios más dispares. Ha sido maletera, telefonista, dependienta, profesora e incluso encargada de catering y organización en bodas judías.
«Oye, tía, tu hermana es una tía mucho más interesante que tú, ¿como es que no tiene un blog?» Heidi hace tiempo que reniega del mundo blog. Ella siempre de vuelta de todo.
Ahora, lo que hay que preguntarse es cómo es posible que una tía tan sumamente inteligente y capaz como mi hermanita quede en manos de un ser tan chapucero, con tanto desprecio por los estudios y tan mínimoesfuercista como servidora. Yo misma soy una de sus principales bazas ahora que ha vuelto al hogar familiar, para encontrar curro. Y yo que pensaba que era ella la que me sacaría de pobre. Esto es España, señores.
Sue