Manos-cazos girl
Arbusto ha perpetrado una estupenda estantería. Es un poco manazas, como véis y por eso la sociedad le castiga: licenciado, ratón de biblioteca o marqués son algunos de los calificativos que seguro que se gana (no hago leña, es pura retórica para ilustrar mi argumento). Y todo, ¿por qué? Por ser un tío. Un tío tiene que nacer sabiendo manejar la blackandecker.
Normalmente me enorgullezco de ser feminista y de denunciar a los cuatro vientos cuántas injusticias tenemos que soportar las mujeres, pero en este caso he de reconocer que la sociedad nos lo pone más fácil a nosotras a la hora de ser unas inútiles integrales. Hoy mismo me han traído una mesa para la cocina a mi casa. He preguntado si trae manual y el muchacho me ha mirado con condescendencia máxima y me ha dicho "sólo hay que unir las cuatro patas con la tabla". No te jode, yo también le habría mirado con condescendencia si él tuviera que, por ejemplo, situar Soria en un mapa.
Acto seguido, como no tenía que trabajar, he llamado a D. y le he comunicado la llegada de nuestro nuevo elemento doméstico:
-Tengo tiempo para montarla, así ya la verás puesta.
-No, déjalo: ya la montaré yo.
-Pero no me importa.
-No te molestes, Sue, por favor.
-Bueno, vale.
Al final he desistido, porque no me emociona montar muebles, y por lavarme las manos si algo salía mal, es cierto. Más tarde me han llamado mis padres, que están de vacaciones. Como la mesa es un regalo suyo les he contado que ya la he recibido. Mi madre, en concreto, me ha preguntado que si es bonita.
-Bueno, sí, aunque aún no la he visto montada.
-Ah, ¿que no te la han dejado puesta? Entonces la tendrá que montar D.
-La verdad es que lo iba a hacer yo.
-No, no, nada de eso, ¿cómo te vas a poner tú a montarla?
-¿Por qué no, mamá?
-Bueno, porque... Porque ya bastante has hecho tú, que te has quedado en casa a esperar a que la trajeran. Que haga también algo él, ¿no?
-Mamá, yo no trabajo hoy, sólo he tenido que abrir la puerta y decir "por aquí".
-Da igual: que la monte él.
Ni mi madre (que es todo menos una madre tradicional) ni D. me tratan como una menor de edad por ser mujer ni me obligan a salir a la calle con burka. Lo que ocurre, tristemente, es que soy manos-cazos girl, la chica más torpe de mi barrio. Lo saben y no quieren decirlo así, para no insultarme. Y como soy una chica, tengo excusa.
¿Qué debo hacer ahora? ¿Quemar mi sujetador en protesta? Mejor no. Mejor que monte él la mesa. Y ya que se pone, que coloque la lámpara que nos regaló la Señorita E. y los toalleros en el baño. Y que ponga de una vez los halógenos que faltan. Así somos las chicas inútiles, muy femeninas.
Sue