Vaya semanita llevo de hacer el vago y emborracharme. Para variar no está mal, aunque se suponía que estos días libres debía emplearlos para algo más productivo. Pero ¿qué queréis? Ayer tuve que soportar que una dependienta con escaso nivel cultural me dijera "has engordado un poco, ¿no?" y pusiera así en evidencia que a mis 55,6 los dejaron atrás las torrijas. Después de semejante humillación sólo me quedaban ganas de ahogar mis penas en alcohol con Yola, Orujix y otra chica para la que todavía no he inventado nombre. Mmmmm... Move, por ejemplo.
Y sí, se me quitaron las penas. Lástima que la pobre Yola se lo perdiera, porque lo bueno empezó cuando ella se fue. Apurábamos nuestras respectivas copas en el Berlín Cabaret, a la sazón el único sitio que quedaba abierto en La Latina, sin contar el Vendetta, donde no entramos por motivos de higiene. No nos quedaba ni un euro, ni un pitillo y éramos conscientes de que debíamos irnos a casita. En esos pensamientos estábamos inmersas cuando un camarero trajo una copa para Orujix. "Te han invitado", anunció. A Orujix se le ilumina el semblante con un ron, así que agradeció la invitación mientras a Move y a mi nos corroía la envidia. "¿Quién ha sido el simpático caballero?", preguntó. "No lo quiere decir", respondió. Vaya. Fuera quien fuera, había sido un feo detalle no invitar a tres copas, pensamos nosotras, que tuvimos que tirar de tarjeta para acompañar a nuestra afortunada amiga en su alcoholismo.
Una vez que estuvimos pertrechadas de veneno en vaso alto nos dedicamos a inspeccionar el garito para averiguar quién era el admirador secreto de entre los pocos parroquianos del bar. Los candidatos eran un calvo solitario, un travelo y... un momento, era Humberto Janeiro (hijo). Sí, también era un ser cuya existencia yo desconocía hasta ayer, pero parece ser que es el hermano mayor de Jesulín. Pero no, quedó descartado de inmediato porque el tío estaba con una fulana colgada del cuello y con un coro de simpáticos amigos que no le dejaban ni a sol ni a sombra. Los amigos también quedaban descartados porque estaban muy ocupados lamiendo el culo a Humbert como para ponerse a ligar. ¿Quién era entonces? El calvo tenía todas las papeletas, pero por más que le mirábamos con complicidad, él sólo devolvía miradas bovinas que no decían nada más que "¿qué coño os pasa?". Llegamos a pensar en el travelo, pero no entendíamos muy bien nada. J*der, qué misterio. En esas llegó el camarero a echarnos del local y le tuvimos que acorralar para que cantara.
No podía ser. Había sido Humberto en un descuido de la fulanilla. Humbert esperaba que nos uniéramos a su séquito y, al salir, saludó tímidamente a Orujix. Por suerte, la chavala que llevaba colgada sirvió de parapeto para que no fuera más allá, y un pequeño atajo por el Madrid de los Austrias hizo que le perdiéramos de vista. Pero no cabe duda de que volverá al Berlín Cabaret, el sitio preferido de Orujix. Y, ¿quién sabe qué puede ocurrir? Si veis en el tomate a una mujer más drogadicta que la Esteban y con más mala h*stia que la Campa dándole el pollo a Andreíta, ya sabéis quién es.
Un momento... Estaba leyendo lo que he escrito y me doy cuenta de que no se ajusta a la realidad. Es cieto, Humberto entró a Orujix, pero hay cosas que matizar. Orujix no es más borracha que la media (no más que yo) y lo de drogadicta es una exageración. No os imaginéis una yonki, es una tía muy atractiva a la que le suceden cosas muchas veces divertidas, como cuando un tipo le regaló un salchichón hace años. Además, que tiene más paciencia que una santa con todo el mundo y es una grande. Y lo de la Esteban y la Campa... es como comparar a Dios con un gitano, con perdón del colectivo romaní.