Listín de apodos
Hace ya algún tiempo, Arbusto escribió una entrada sobre los apodos que se ponen los niños en el colegio. Me río yo de esos motes.
Los que molan de verdad son los de pueblo-pueblo, esos que se heredan como el color de los ojos o la cara de idiota, o aquellos que llegan a sustituir al nombre. En el pueblo de mis abuelos, donde me encuentro, como ya sabéis, “disfrutando” de la navidad, han elevado esta costumbre española a la categoría de listín telefónico.
Sí, lo habéis leído bien. Hace unos 20 años, el excelentísimo ayuntamiento de esta noble villa de 2.000 habitantes censados (para mí que empadronaron también a las ovejas, porque si no, no me lo explico) decidió elaborar un listín municipal con los teléfonos de los habitantes del pueblo. Es tamaño octavilla y sólo tiene 8 páginas. Mis abuelos lo siguen utilizando porque la vista no les llega para buscar en las páginas blancas, aunque algunos de los que aparecen en el listado ya están en el otro barrio.
Como aquí no tengo escáner, me limitaré a transcribir algunos de los motes más notables, con la promesa de dejar en alguna otra ocasión pruebas fehacientes de que el listín existe. Amarillento y manchado, pero existe. He aquí algunas de las categorías de motes que se pueden encontrar:
Familiares. Se transmiten de generación en generación: Ramón el del Huye, Daniel el del Huye, Antonio de la Mellá, Rafael el de Aspilla… Investigaré por qué a alguien se le puede poner “Huye” como mote, aunque lo de la Mellá me lo puedo imaginar.
Dentro de esta categoría se podrían incluir aquellos sobrenombres que no son exactamente apodos, sino que sirven simplemente para recordar de qué familia procedes: Miguel el de Maximino, Pepe el de Rufino, Juan el de la Rosalía… Claro, es que en un pueblo tan grande, si no dices de quién eres, no te ubican (yo lo he sufrido).
Profesionales. La Lanera, Domingo el Juez, Andresito el Mecánico, Domingo el Carpintero, Antonio el Chaparralero, Diego el Albañil, Paco el Sastre, Juan el Sastre (ni uno ni otro son sastres, aunque sí lo era el padre), José el Municipal, Gestoría del Tuti (¿es esto serio, señores?).
Los clásicos. Antonio el Cuevas, Juan el Talero, Juan el Viñas, José el Nene, Fernando el Fotres, Juan el Vizco (sic), Bartolomé el Cuevas, María la Periquina, Pedro el Vinagre, Maruja la del Gato…
Apodos que sustituyen al nombre. Vienen tal cual en el listín, porque ni siquiera la gente del pueblo sabe el nombre ni los apellidos de esas personas (ni les importa): La Kika, el Cadenas, el Cachotío, el Churra, el Gary (Cooper?), el Calvo, el Pocero, el Nines, el Señorito (muy despectivo)… Algunos hablan por sí solos.
Todos estos apodos vienen en el listín telefónico al que tanto cariño tienen mis abuelos y en el que, por supuesto, tienen su hueco. Aunque no es de los más llamativos, afortunadamente, porque luego me toca a mí decir de quién soy cuando me preguntan las viejas por la calle…
CC.